
Los Saltillos a El Saltito
TEXTO Y FOTOS POR YIMA MEDRANO Y RICARDO CÁRDENAS
TOMADO DE LA REVISTA DESCUBRE DURANGO #44
No importa lo difícil que pueda ser el camino, ni cuántas veces se van a doblar nuestros tobillos, pues a cada paso quedemos por este sendero, nuestra adrenalina e ímpetu nunca nos abandonarán y nos darán la fuerza necesaria para lograr la meta trazada.
Justo antes de llegar a la cascada de El Saltito, doblamos a mano izquierda para entrar por un camino de terracería que nos lleva a las orillas del río Tunal, y que será nuestro punto de partida hacia la poco conocida cascada de Los Saltillos.
Bajamos de la camioneta y nos estiramos un poco antes de emprender la caminata, revisamos que vaya todo nuestro equipo de fotografía, así como agua, fruta, chicles, una que otra golosina (con la atenuante mental y bajo la consigna que es energía), y para este viaje en particular, cuerdas para hacer rápel, y la histórica embarcación de Descubre Durango en apenas su segunda misión desde que fue adquirida.
Como rutina de calentamiento, inflamos la lancha, cosa que para algunos de nosotros fue más que suficiente como ejercicio dominical y como reflejo de esta exigencia física, consideré que era mejor esperar a que todos regresaran mientras cuidaba la camioneta. Mero pretexto, pues recordé que era Yo el que tenía que escribir este artículo y ni modo, a caminar.
Iniciamos la caminata por el sendero de la izquierda, avanzando río arriba. Un camino bastante fácil de andar en su primer kilómetro, pues es muy amplio y las vacas se han encargado de ir marcándolo cada vez mejor. Navegándolo, es un tramo bastante tranquilo pues es igualmente amplio, y en el mes de diciembre el río no lleva mucho agua.


Desde el punto de partida, los sabinos milenarios nos hacen compañía con su impresionante altura y en esta época del año, lucen un follaje de intenso color rojo anaranjado. Encontramos un lugar atractivo para acampar, bastante limpio de rocas y con mucha arena, y que a lo mejor, para una futura sesión de pesca o de observación de aves, se pueda usar.
Seguimos caminado y de repente, el camino se vuelve rocoso y difícil es encontrar la huella del sendero, hasta que llegamos a un lugar donde nos esperaba nuestro navegante. El agua con poca profundidad había detenido su marcha y esperaba la ayuda para transportar la lancha hacia un lugar más profundo y poder seguir su navegación, mientras que en la orilla, la caminata se hacía ahora sobre una alfombra roja hojas secas con algunas pequeñas rocas que empezaban a sobresalir justo donde el cauce del río se ensanchaba. Un largo recorrido en línea recta, así fue nuestro siguiente kilómetro, amenizado por excepcionales paisajes formados gracias a los árboles vestidos de rojo y naranja, el heno que ya comenzaba a colgarse de sus ramas, uno que otro árbol con follaje de diferentes colores a los ya mencionados y el agua.
Después de lo agraciado de trayecto, siguió lo tortuoso: el camino se acabó, y sólo quedaba seguir andando y hacer el recorrido bordeando la orilla, tratando de llegar a la parte alta e inicio de la cascada, o idear una manera de atravesar tres metros de río entre una orilla y otra. Las piedras iban dificultando la marcha cada vez más, y después de saltar de una a otra, llegamos a un paraje que tiene una excelente vista hacia la cascada de Los Saltillos.
Definitivamente había que ver y sentir de cerca la cascada, así que teníamos tres opciones: construir un puente de maderos, usar la lancha o buscar una salida hacia la parte alta de la quebrada para llegar por el cauce del río que cae por la cascada.
Cada quien tomó su decisión. Los extremos se fueron a escalar las rocas para llegar por el cauce del río a la cascada, los adictos al programa de Discovery Channel ingeniarían un puente de madera con lo que el medio ofreciera, y los cómodos usarían al navegante para que los llevara al otro extremo sin mojarse los zapatos.
Grave error, el hacerle al extremo terminó con un lente fotográfico en una caída libre de 15 metros, pero estuvo padre el subir con una cuerda, una pendiente bastante empinada y después brincar de una piedra a otra entre la corriente del río a pocos metros del inicio de la caída de la cascada; fue una inyección de adrenalina que te hace sentir vivo.



Una vez llegados a la estación “el Alemán”, base de operaciones en la reserva del personal de la Comisión Nacional de Areas Naturales Protegidas, por sus siglas CONANP, se realizaron trabajos de investigación sobre conteo de aves migratorias y manejo de fauna de características cinegéticas. Mientras esto sucedía, me dediqué a recorrer la zona, sacar algo de fotografías y platicar con los lugareños, y que como casi toda la gente del interior del estado, es trabajadora, sabia y magnífica para compartir con el visitante.
En una de estas pláticas, me enteré de que existen sitios arqueológicos en la zona, concretamente en el Cerro Blanco, en el núcleo de la reserva y que estuvo ocupado por tribus de michis y tepehuanos. Aún hoy es posible ver a estos indígenas, y hasta convivir con ellos, incluso un tepehuano fue nuestro guía en el ultimo de los recorridos.
Algo que me parece relevante mencionar es que el Instituto de Ecología de Durango, en proceso de desaparición, tiene aún la estación “Piedra Herrada”, para la protección y regreneración del Lobo Mexicano. Es incierto el futuro de este importante laboratorio, por lo que valdría la pena que la autoridad competente intervenga para evitar un eventual fracaso de tantos años de esfuerzo y dedicación a esta especie que tiene, en nuestro país, un pié en la extinción.
Y bueno, esto es, a grandes rasgos, lo que puedes hallar en la reserva de la Michilía. Una zona magica en donde se hace el mejor de los esfuerzos para que el hombre no rompa con el frágil equilibrio natural y que bien vale la pena visitar. Gracias al MC Alfredo Garza por invitarme a este magnífico lugar; y a Pit, Pato y Edith por compartir sus conocimientos.




Grave error, el hacerle al extremo terminó con un lente fotográfico en una caída libre de 15 metros, pero estuvo padre el subir con una cuerda, una pendiente bastante empinada y después brincar de una piedra a otra entre la corriente del río a pocos metros del inicio de la caída de la cascada; fue una inyección de adrenalina que te hace sentir vivo.
Cuando estuvimos por encima de la cascada, pudimos ver a los lancheros disfrutando del espectáculo de la caída de agua a pocos metros de ella, y observamos a los constructores pasando por su puente recién hecho. Teníamos una excelente vista desde ese peñasco y podíamos ver todo el recorrido del río Tunal hasta El Saltito, así como parte de la zona mezcalera de Nombre de Dios.
Todo lo que sube tiene que bajar, y qué mejor manera que hacerlo que utilizando la técnica del rápel. 30 metros aproximadamente de caída, una vista muy reconfortante desde su inicio hasta el final de este descenso, bajando a uno de los recovecos del río, y que en tiempos de lluvia, se forma una cascada más chica que la anterior.
Hicimos en este lugar un pequeño descanso, mientras discerníamos si volvíamos por el camino andado o seguíamos el camino de la izquierda río abajo. Medimos el tiempo de lo andado y apenas habíamos empleado 2 horas en todo el trayecto, por lo que decidimos hacer el camino de la izquierda, ya que, según nuestro cálculo, si son 3.5 km. de ida, en una hora estaríamos en el punto inicial. Segundo error del día y viene un consejo: es mucho mejor tomar el camino de la izquierda río arriba e igual para el regreso. Piedras, piedras y más piedras, arena mucha arena, caminos truncos que hacían que nos desviáramos de la orilla del río.

Qué buena caminata, dificilísima de principio a fin, terminada con una subida a un pequeño cerro, que pareció una verdadera montaña, y para acabar 1 kilómetro más lejos del punto de partida.
En fin, nos volvimos a reencontrar con el navegante, y que esta vez estaba en una tinaja plácidamente tomando el sol.
Después nos contó que el viento en contra dificultó mucho el regreso, y como resultado, todos cansados y con hambre, pero contentos de haber vivido una experiencia en un recorrido totalmente nuevo para todos nosotros. Al final, las gordas de enfrente de la iglesia de Berros nos tentaron facilmente y sin hacernos del rogar, planeamos entre bocado y bocado, queel próximo domingo seguiría esta ruta de senderismo en su tramo El Saltito-Melones. Gracias a la operadora “Desafío Aventura” por el equipo usado en esta expedición (cuerdas, cascos, arneses, etc.); para Arturo Ornelas, precursor del turismo de la región de Berros y El Saltito, y guía de Descubre Durango; y a toda la gente que nos acompañó durante este expedición de senderismo, y que aunque no les gusta el frío, convivieron una vez más en otra aventura para seguir descubriendo Durango.
No importa lo difícil que se puso el camino, ni cuántas veces se doblaron nuestros tobillos, pues cada paso que avanzamos por este sendero, nuestra adrenalina e ímpetu nunca nos abandonaron y nos dieron la fuerza necesaria para lograr la meta trazada.