
Grutas del Rosario
La parte más importante de un viaje es descubrir y maravillarse por las cosas que rodean el lugar que se visita. En esta ocasión visitamos las Grutas del Rosario, un lugar tranquilo, totalmente inesperado, un verdadero misterio para los visitantes.
Lerdo posee una gran riqueza natural, geográficamente es el territorio más extenso de la Laguna y es precisamente en este municipio, en donde se encuentran las Grutas del Rosario en el poblado Vicente Suárez, a 70 kilómetros de la cabecera municipal.
Al entrar al ejido Vicente Suárez, nos dio la impresión de ver un pueblo fantasma, sin embargo, nos dimos cuenta que las mujeres, niños y ancianos se están resguardando del calor y los hombres están trabajando en el campo. Aquí es donde se lleva la administración de las grutas, los guías, y el control de las puertas para poder accesar. Benito, que es nuestro guía, ya está preparado con la gasolina que hecha andar la planta de luz. Los 5 kilómetros que faltan para llegar nos entretenemos comiendo mezquites y viendo una que otra liebre y por ahí algún correcaminos. Poco a poco vamos entrando al cañón de “La Lágrima” hacia la mina “La Fortuna”, el ascenso es un poco pesado para un automóvil, la estaquitas batalló pero nos llevó hasta el pie de la escalinata.
El sol, la mala condición física y los tacototes que nos comimos en Lerdo, hacen más pesada la subida de 226 escalones que nos llevan a la boca de las grutas, Benito se queda encendiendo la planta de luz, mientras nos refrescamos con un poco de agua y podemos apreciar el cañón y el valle al final de éste. Nuestro guía nos pide que bajemos por la escalera de caracol, una bajada un poco complicada, pero de pensar que antes lo hacian con cuerda, entonces está muy bien así.


Tenemos que ajustar los ojos a la luz de las grutas y abrir nuestra imaginación a las figuras que aparecerán ante nosotros, estalactitas y estalagmitas, que pacientemente se han labrado a través de miles de años; un desfile de figuras está por comenzar, un degollado se aparece, un panal de abejas a lo lejos, ¿qué hace un tránsito aquí?, unos elefantes, una foca, un águila real, un cocodrilo, una aleta de tiburón, ¡qué cantidad de figuras estamos viendo!, el recorrido lo estamos haciendo pausadamente, cerrando y abriendo los ojos para ver si logramos ver los rollos de canela, unas palomitas de maíz en el techo…
Cuenta Benito, que al principio mucha gente se llevó varias estalactitas de “recuerdo”, por eso, se puso una mejor atención y la única forma de entrar es con guía, la verdad es lo más recomendable.
Seguimos bajando hasta llegar al fin del camino construido, ahí pudimos observar al pulpo que está dentro de un ojo de agua, que cuando llueve se llena. A pesar de que no son tiempos de lluvia se siente una húmedad muy agradable en el interior.
De regreso al ejido, nos encontramos con Don Simón Agüero, uno de los descubridores de las Grutas del Rosario, cuenta que el 17 de diciembre de 1966, mientras varios mineros buscaban agua, decidieron escarbar en unas piedras que sintieron calientes, y al hacer el agujero, expulsó mucho vapor, duró así casí dos días, para luego poder bajar y llevarse la sorpresa de lo que habían descubierto. En ese tiempo las autoridades poco valor le dieron a este tesoro natural, pero hoy en día se está trabajando para conservar y darlo a conocer al mundo.




De regreso decidimos tomar el camino de terracería que es más corto en kilómetros, pero se siente más pesado porque no es un camino de alta velocidad, este pasa por atrás de Mapimí y de la Sierra del Sarnozo y entronca con León Guzmán, (carretera libre Durango-Gómez Palacio).
La mejor manera de llegar es por la carretera Torreón-Ciudad Juárez hacia Mapimí y donde está el señalamiento de las grutas sigue una carretera angosta hasta llegar al ejido Vicente Suárez, aquí contratas al guía y pagas tu entrada, también recomendamos llegar temprano, llevar bastante agua, ir bien desayunados y/o llevar un refrigerio, ropa ligera, cámara fotográfica o video, una buena linterna y sobre todo, demostrar tu cultura al no traerse recuerdos de las grutas y mantener limpio el lugar.
No importa qué tan árida o desolada sea la región, cierra y abre los ojos, porque podrás encontrar un correcaminos, un coyote o las más bellas grutas de México, las Grutas del Rosario.